Salvar una vida para esclavizarla.
Mejor no hagas nada.
Date la vuelta y para los tanques de horadan la Tierra.
Los de las armas que con sus guerras secan las cuencas de los ojos de la madres muertas en vida.
Los de los amos que sangran con sus fauces la yugular del que con sudor y lágrimas trabaja. Y el que no lo hace porque como excedente quieren dejar en la cuneta.
Estas palabras saltan en ese ángulo de lo que no diría porque está mal rebatir contra la caridad y las buenas obras que dan paz a quien tiene techo caliente que cobija.
Unas madres, mujeres tratadas como carne, con las ubres secas alimentan al llanto del parto no voluntario.
Las heces se acrecientan.
Mueren.
Caen por pedregales.
Muertas.
Antes muertas que esclavas.
Antes.
Formulamos palabras malhadadas.
Ellas...
Ellas no las tienen a mano.
Son hembras en manos de un amo. Un padre, un hermano, un hombre que las elige para perpetuar su prole.
Ellas mueren en el instante de la niñez que las destina a mujer.
Su prole.
No la salves.
Reproducirá sus males.
Rompe una lanza contra todo y no dejes títere con cabeza.
Aporta tu grano de arena.
Si puedes.
Acomodado y acomodada.
Estás ante esta pantalla.
Ellos se arrastran.
Sobreviven para el reportaje que nos ponen delante.
¿Qué tragaderas del informante?
¿Qué tragaderas las nuestras?
Este escudo que transparenta no traspasa su hambre.
No está ante nuestra puerta, ni en nuestras calles.
Menos ante los que firman papeles ofreciendo bienestar y sociedad plural.
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