Leo a Celine, tétrico ese viaje a través de la noche. Dicen que si es un maldito. No sé que quieren decir con que es un maldito. Lo he cogido del estante trece de la librería de papá. Es un libro raro, debe ser una edición antigua, por eso lo he cogido. Me decía: "Léeme”.
Ni cuenta me estoy dando, ando con esa lectura siguiendo al grupo en sus movimientos. El lenguaje del texto me tiene totalmente enganchada.
'Alucinante', verbalizo, dejando traslucir mis pensamientos sobre el libro que llevo entre manos.
Nadie se percata, o quizás creen que está relacionado con la propuesta del de la faldita de marras.
Sucede en el momento que tropiezo con el que va delante mío, porque el escocés nos corta el paso.
Bajando de mis nubes, me paro en el gesto de mi tío y dibujo una media sonrisa cómplice. Él es adorable. Como niña que soy desconozco la medida de las cosas.
Viendo a mi tío tirado por el otro, me cuadro delante del escocés con cara de furia, diciéndole: -¡Oye, tú!
Voy hacia dónde está mi tiíto, retando al grandote.
Mi tío le quita importancia, levantándose y cogiéndome de la mano para que nos unamos al grupo.
No paro de mirar a unos y a otros. Esto se está poniendo más interesante que la lectura que me he llevado para el viaje.
Pienso:
-‘Las caras que están poniendo me recuerdan a las de los profes cuando están a punto de soltarnos un berrido en clase. Si estuviera mi amiga Pat nos mondariamos viendo cómo les imita. Fue superdiver el día que la Eva se puso de todos los colores y empezó a sacar humo al ver a Pat a través del cristal de la ventana cuando la estaba imitando, haciendo exageradamente todo lo que ella hacía. Era para despatarrarse. Ese tipo la tiene tomada con Tito, le miraré con esa cara que asusta para que vea con quien se las tiene que ver.’
OFF Se pone ante el escocés que aunque la mira con una sonrisa no aplaca su furia. Ella no tolera que se mezcle a su tiíto en todo eso. Entiende que le han colocado un chip. Sabe perfectamente de lo que se está hablando. Y si no sabe se inventa lo que le parece será una aventura que les llevará a conocer a más gente.
-‘Jo, esto es una lata, me gustaría estar con mis amigos. ¡Me aburro! ‘
Dice para llamar la atención de los del grupo.
No soporta verse desatendida. Quiere ser el centro de atención y hace rato que nadie la mira ni le dice nada en especial.
Admirada, ante semejante belleza, me quedo, bobalicona, mirando los largos estantes y, sin que nadie se percate, subo por una de las muchas escalerillas que permiten acceder a ellos. Saco, de uno de los bolsillos de la mochila, el libro de Céline y cojo, a cambio, otro que, como siempre pienso, me ha atraído con sus artes seductoras, EL CASTILLO DE OTRANTO (The Castle of Otranto) de Horace Walpole, en inglés, por supuesto.
En sus tapas reza: The Castle of Otranto, A Story. Translated by William Marshal, Gent. From the Original Italian of Onuphrio Muralto, Canon of the Church of St. Nicholas at Otranto.
OFF/ Curiosamente, F. de Céline alude al hecho de que encuentra a faltar en la novela que sus protagonistas hablen de sus lecturas.
Me reencontré con Céline en el periódico pocas horas antes de tomar el camino de regreso a Barna.
La obra que ahora tomo para la escena es una de las que evoca mi memoria.
Si mis libros no estuvieran perdidos entre los estantes sería capaz de ir en busca de una y otra. Esos libros forman parte de mis lecturas recordadas.
Mude de casa y nunca encuentro el momento de deshacer cajas y recolocar en mi orden todo lo que he atesorado a lo largo de los años.
El castillo de Otranto (The Castle of Otranto en inglés) es una novela escrita por Horace Walpole en 1764. Es considerado el texto inaugural de la literatura de terror gótico, iniciando un género literario que llegó a ser extremadamente popular a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
El título completo de la primera edición de 1764 The Castle of Otranto, A Story. Translated by William Marshal, Gent. From the Original Italian of Onuphrio Muralto, Canon of the Church of St. Nicholas at Otranto. En esta primera edición la novela se presentaba como una traducción basada en un texto impreso en Nápoles en 1529 y recientemente redescubierto en la biblioteca de una antigua familia inglesa, el cual derivaba de una historia aún más antigua, datada en la época de las Cruzadas. A partir de la segunda edición se reconoce a Walpole como autor del texto.
La historia está ambientada en Italia durante la Alta Edad Media. (Que la novela inaugural del género de "terror gótico" no transcurra durante la época gótica parece sugerir que quizás "gótico" no sea el término más adecuado para referirse al terror romántico)
Situar la trama en la Italia medieval y citar una fuente ajena al autor (realmente ficticia) para avalar la veracidad del relato parecen ser puntos recurrentes en los textos del Walpole. Así lo hace también en piezas como el relato corto Maddalena or The Fate of the Florentines.
http://es.wikipedia.org/wiki/El_castillo_de_Otranto
http://www.letrasperdidas.galeon.com/consagrados/c_walpole01.htm
http://www.gutenberg.org/etext/696
http://www.bibliomania.com/0/0/331/2422/frameset.html
http://www.elcoloquiodelosperros.net/curioso16.htm
Desde el momento que todos comen alegremente y llevo sobre ni cabeza esa corona, me siento princesa de un cuento al que van como anillo al dedo esas palabras de misterio.
Coqueta, me muevo entre unos y otros alardeando de un porte imaginado.
Cuando subimos al coche quedo acurrucada en el hueco que ocupo dejando un espacio ínfimo a mi tío, que me cede condescendiente.
Con los ojos abiertos de par en par absorbo el verde paisaje recordando mis colores de pintar y así quedo dormida hasta llegar al final de trayecto.
Sueño que me elevo por los aires sobre el lomo de un dragón conducido por mi padre.
OFF/ He tardado, porque no encontraba qué era lo que tocaba a Nora. Ahora lo sé.
Me pierdo.
Creo un problema añadido, un pequeño susto.
Me encontrareis metida entre las ruinas cogiendo caracolillos.
Cuando se percataron de la ausencia de Nora empezaron a llamarla. Ella salió de entre las piedras vetustas con algo en la mano y con esa sonrisa placentera que sólo tienen los niños cuando, dada su inconsciencia, se presentan ante nosotros sin medir ni saber la medida justa de sus acciones.
-¡Mira! -decía la niña acercando su manita a su tío –
-Me hace rosquillitas. -decía sin reparar en el gesto adusto de todos ellos.
Los niños tienen una percepción de las cosas muy distinta a la de los adultos. Nora no mostraba extrañeza y seguía encandilada con su caracolillo. Acostumbrada a las salidas de su tío, no reaccionó de ninguna manera.
En el momento que los otros se entretenían en ver sus cambios, ella se deshizo de su tío saliendo en una dirección que nadie pudo ver.
Ante ella pasillos que la atraían. Desoyó las voces de todos ellos y siguió el murmullo de las notas de un arpa que repetía una melodía que parecía invitarla.
Tras pasar por uno y otro pasillo se encontró nuevamente con el grupo. Entonces sí que los vio, un torso de mujer que parecía ser un caballo. Se acercó con curiosidad a ella y le tocó la larga cola, sintiendo su tacto sedoso.
Era su descubrimiento.
Cuando se sintió requerida por su nombre asimiló los cambios sin preguntar nada.
Algo en ellos le confiaba y pensando que era un juego sorpresa quedó a la espera de lo que viniera.
Nora hubiera querido subir a lomos del caballo, la centaura de suave pelaje, pero desistió al ver que un personaje que le recordaba a su tío se le ponía por delante.
Al retirarse y buscar su mochila, advirtió que iba vestida con una tela áspera de color terroso que le llegaba a la punta de los dedos de los pies. Agachándose pudo tocarlos y observar que eran grandes y gorditos.
-¡Qué raro! -pensó, llevándose las manos a la cabeza.
Una sensación sebosa extrañó a su tacto y por ello no pudo evitar tirar de unas mechas para poderlas mirar. Al ver sus viejos y blancos cabellos se estremeció y empezó a llorar desesperada, pensando en aquellos cuentos de brujas y brujos que con terribles encantamientos deformaban a los niños.
-Ha sido esa música. -pensó, callándolo para que no le llamaran la atención.
Poco a poco fue calmando su llanto y reconociendo en su cuerpo señales.
Lo que le atrajo, especialmente, fue que en su cintura un correaje de cuero sostenía una bolsita de piel fina que parecía contener unas bolitas, ella pensó de inmediato en las canicas y con eso se sintió afortunada.
A punto de abrir la bolsa y mirar su tesoro oyó como se la invitaba, y se acercó, poniéndose ante la hermosa dama que alargando sus brazos la montó sobre su grácil lomo.
Nora no cabía en sí de gozo.
Esto y la curiosidad infantil le llevo a olvidarse de sí misma y mirar a cada uno de los componentes del grupo con admiración no disimulada.
Sus ojos centelleaban y su cara resplandecía dejando entrever un aura dorada.
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