Rescato la palabra
atravesada.
Enhebro al viento su
silencio, con vastas largas y en revuelto y arqueado movimiento.
Sufro su empuje y sangro.
Tras el sueño inquieto de la
noche, quiebra mi cuerpo, que se duele en su regreso de ese tiempo sin suelo,
en que tengo reencuentros con el recuerdo de momentos no vividos, adosados a
impactos situacionales. Eres tú que marcas tu ausencia y mi pérdida. Sólo puedo
evocarte y tratar de desenredarte de emociones tensas y rotas. ¡Qué sola me
dejasteis!
Es que la noche se llevo tu
nombre. No puedo nombrarte. Hacerlo es olvidarte. Retenerlo, en los pliegues de
mi carne, es recordarte.
Nunca será antes.
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