Y sonaron las doce... Se perdió el encantamiento. Cenicienta dejo sus ropajes de Princesa. La vida misma mezcla arena con lentejas. Siempre tropiezas con alguna piedrecilla.
A veces las hadas dejan sus mágicas palabras soplando por detrás de la oreja...
Un duende travieso puede hacer, de forma inocente, que todo se complique de tal manera que no haya forma humana de enderezarlo.
Dejar de esperar es un gran alivio.
La primavera presenta trazas de clarividencia.
Niña violeta lo enredó todo.
Del caos sale el orden. Principio de entropía.
Efecto mariposa.
La Geisha es la simbolización más precisa de la mariposa.
Mariposa nocturna.
Su aleteo ante la luz la ciega.
Es el alma que tanto se aproxima a la llama que en ella perece.
Hecha ceniza.
Y renace cual ave fénix.
No hay principio ni fin. Todo es tránsito. Todo es quietud.
Nada es gratuito. Todo conocimiento transita por las llamas y la muerte.
La quietud aporta estados de consciencia necesarios para dar un paso minúsculo en la eternidad del Ser. Una vida.
El cuerpo desnudo pretende abrir los canales comunicativos del alma.
El contacto sexual es un camino de conocimiento en que dos almas pretenden concitar la vida para entrar en ese estado de consciencia que el alma añora.
La muerte es ese traspaso. Sin embargo, frente a ella, la carne se acojona y escapa con mil quiméricas maneras. Por ello rompe toda posibilidad de conocimiento.
Y de nuevo le toca volver a empezar. El Karma le reclama una vez más. Reencarnada de nuevo olvida y la vuelve a pifiar.
Y, aunque sabe, cae infinidad de mundos o vidas, tropezando en la misma piedra una y mil veces.
El camino del amor es el de la Luz. En ese camino el alma despierta de su letargo y cree que son los sentidos que sienten. Equivocándose de nuevo. Se pierde.
De nuevo a empujar la roca para llevarla a la cima de la montaña. Esa cima inalcanzable. Cuanto más empujes y hagas rodar la roca más se alejará.
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