martes, 22 de febrero de 2011

Mi muro en FB (Febrero 3)

Las dunas se desplazan.
Lo casual arrastra montañas.
Ni tú vas a la montaña, ni ella viene a ti.
Eres tú que la construyes con veredas y caminos para que otros puedan atravesarla.


Yo no quiero reyes ni reinos.
Quiero que el hombre y la mujer, el anciano y la anciana, el niño y la niña, nos sintamos parte de la vida y no carezcamos de estímulos vitales para vivirla.
Quiero que la memoria recuerde que la greba la araba el siervo y el derecho de pernada humillaba mi estirpe.
Todo esto por las lizas de si reino de tal o cual.
¡Viva la República!


Participar en esta presencia enredada.
Somos multitudes y el mensaje necesita muros y ventanas de presentación.
Este escaparate es como un mercadillo de intercambio.
Unos contenidos colgados en perchas y otros sobre mantas en el suelo.
Confío en ese "golpe a golpe y verso a verso".


Un verso hueco en el que guardar las ideas y cosas que me rodean.

El retorno siempre pone el pie en otro sendero.
Nunca se es la misma persona, pero menos cuando el regreso es de ese oscuro pensamiento que acecha en la incetidumbre de no saber y temer ese conocimiento.
Ayer pasé por una prueba de revisión.
Desde el miércoles quedé zafada por el cuerpo.
La mente, en alerta y a la espera, pasó por un proceso. Primero de pánico y después de dejarse llevar hasta el punto en que la verdad transitoria tomase su lugar.
Ahora estoy de nuevo conectada con la vida que pasa a mi alrededor.
Un día no habrá retorno, pero entretando jugamos el rol inventado y consecuente de un guión reescrito a cada paso.



Me aman.
Esa es la energía que hace que cuando amanece haya luz, aunque el cielo esté cubierto de nubes.
Tanto que no quiero la vida si no es a su lado.
Cada instante es nuestro día.


Afinidad y discrepancia nos acercarán

Costó saberlo, costó aprenderlo.
Hay una parte del camino para compartir.
Lo importante es que cuando así sucede gocemos del encuentro y sintamos el regalo de ser mirados y escuchados.
No cerremos las ventanas de esta virtualidad que tanto nos puede dar.



No necesito un dios para admirar lo que me rodea y la grandeza de mi existir.

Si no cargara con la herencia cultural cargada de esas creencias, no carecería de belleza lo que me rodea, al contrario.
Basta ver que un día nace, o verlo en su ocaso. Mirar al aire y ver los matices de luz enredados.
Basta ver las calles acharoladas tras la lluvia.
Basta mirarse en otros.
La razón crea todos los mundos posibles.
A veces insoportables, pero no siempre.

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